miércoles, 15 de noviembre de 2017

Segundo extracto de la antología Canto Bight

Imagina una deslumbrante ciudad casino a la mitad de un paisaje desértico. No, no hablo de Las Vegas. Hablo de la nueva locación de Star Wars que aparecerá en Los Últimos Jedi: Canto Bight. La ciudad donde los ricos habitantes de la galaxia muy, muy lejana van a jugar con altas apuestas y sumergirse en lujos. Pero como nos revela el próximo libro Camino a Los Últimos Jedi: Canto Bight, no solo los ultra ricos pueden viajar a Cantónica para visitar la ciudad de Canto Bight. Tenemos un extracto exclusivo de la noveleta que revela que al menos un ciudadano fue lo suficientemente afortunado para ganar un viaje al emocionante destino turístico.

Por supuesto, no todo es tan puro y brillante como parece. La fachada opulenta de la ciudad casino esconde muchos peligros. Las historias de tamaño noveleta de Canto Bight están interconectadas; escritas por Saladin Ahmed, Mira Grant, Rae Carson y John Jackson Miller, toman lugar en una fatídica tarde y muestran el lado oscuro de la ciudad. El siguiente pasaje de "Rules of the Game", escrita por Saladin Ahmed, no explora los siniestros fundamentos de la ciudad, sino que se enfoca en Kedpin Shoklop y su alegría por ganar un viaje a Canto Bight.



Mientras la Cantonican Dream salía del hiperespacio, Kedpin Shoklop estornudó ruidosamente y se limpió sus fosas nasales, sonriendo con pena, y guiñando su único y gigantesco ojo en un gesto que esperaba que su compañero de asiento encontrara aplacador.


Su compañero gruñó, era un espécimen de anchos hombros y bien vestido que pertenecía a una especie con cuernos y colmillos que Kedpin no conocía. Pero Kedpin tenía amplia experiencia con clientes gruñones. La clave, siempre le decía a sus compañeros de trabajo, era una actitud jovial.

"¡Así que... Canto Bight!" le dijo Kedpin a su compañero de asiento, llenando su voz de camaradería. "¡Lugar de juegos para los más glamorosos seres de la galaxia! ¡Juegos de cartas de altos vuelos y carreras de fathiers! ¡El océano artificial más grande de la galaxia! ¡Y la mejor comida de este lado de Coruscant! ¡No puedo creer que gané este viaje!" Contra todos pronósticos, Kedpin había sido nombrado el Vendedor del Año en VaporTech y había recibido un viaje todo pagado de dos semanas de duración a Canto Bight. ¡Todos habían estado tan conmocionados! Cuando el droide administrativo había leído su nombre en voz alta, Kedpin no había podido creerlo, aunque se había imaginado ese momento cientos de veces durante varias décadas. Había ganado. Había dudado incluso que la competencia era justa por muchos años. Pero Kedpin continuó siguiendo las reglas y haciendo lo mejor, como le habían enseñado. Como había hecho por cien años.

 Y ahora estaba camino a reclamar su recompensa. El viaje había sido ya lo más lujoso que Kedpin había experimentado. ¡Que botanas tenían! Pero no era nada comparado con lo que vendría a continuación. Por fin podría visitar el Canto Casino, obtener un masaje en gravedad cero en el Spa de Zord, y lo mejor de todo, ¡asistir en vivo a las carreras de fathiers!


"¡No puedo creer que realmente estoy aquí!" dijo Kedpin una vez más. Su compañero simplemente lo ignoró, voltéandose groseramente hacia la ventana. Pero eran las primeras vacaciones de Kedpin en cien años, y no permitiría que nadie las arruinara.

El capitán de la Cantonican Dream anunció que ya estaban en órbita sobre Cantónica. El compañero de Kedpin se había apoderado bruscamente del asiento junto a la ventana, pero haciendo contorsiones y estirando el cuello, Kedpin podía obtener una vista decente. Lo que vio, hizo que sus tres corazones saltaran.

Una nebulosa de colores rosa, azul y verde, brillaba sobre el paisaje oscuro del espacio, que no tenía fin. Cada parte estaba atisbada de brillantes estrellas. Cerca, tan cerca, que Kedpin creía que podría estirar la mano y tocarlas, se encontraban las lunas de Cantónica, brillando en la oscuridad. Kedpin había abandonado su mundo natal sólo algunas veces para encontrarse con clientes de VaporTech o para asistir a conferencias, pero la compañía siempre lo había mandado en los atascados transportes de personal, que no contaban ni con ventanales. Nunca había visto el espacio como ahora. Era hermoso.

Cantónica era una planeta opaco de un color entre amarillo y café, con nubes de color arena. Mientras comenzaban a descender, las luces de una enorme ciudad (¡Canto Bight! pensó Kedpin) formaban un parche brillante sobre la superficie del planeta. Pero había algo que dominaba la vista: una enorme mancha turquesa, que era antinatural por la precisión de sus bordes. El Mar de Cantónica.

Los ventanales se cubrieron automáticamente y Kedpin recibió instrucciones de sentarse apropiadamente mientras la nave aterrizaba. Un poco después, tras una breve lucha con su cargador flotante de equipaje, Kedpin fue guiado hasta la fila para el Control Planetario de Cantónica. Fue llamado hasta una cabina ocupada por un humano uniformado con una pulcra barba y expresión irritada.

"Buenos días y bienvenido a Cantónica," dijo el hombre, aunque su expresión no correspondía a las palabras. Tomó el datapad de Kedpin. "¿Nombre?"



"Kedpin Shoklop," Cambia su mueca en sonrisa, se repitió Kedpin silenciosamente. Le sonrió al molesto oficial y agregó, poniendo melaza en sus palabras. "¡Pero llámame Ked! ¡Todos mis amigos lo hacen!"

"No," dijo el uniformado. "¿Especie?"

"Wermal."

"¿Mundo natal?"

"Werma Lesser."

"¿Patrocinador?"

"¡VaporTech! Yo gané el viaje, ¿sabe? ¡Soy el Vendedor de Vaporizadores del Año!" Por primera vez el hombre lo miró atentamente y Kedpin deseó que no hubiera pasado. "Si, eso parece ser correcto." Parecía como si Kedpin fuera una plaga que deseara aplastar. "¿Tiene intenciones de actuar como agente activo de alguna organización política, parapolítica, militar o paramilitar mientras esté en Cantónica?" preguntó finalmente.

Kedpin parpadeó. No sabía lo que le estaban preguntando. Volvió a parpadear. "Quiere saber si eres espía para la Primera Orden o la Resistencia," dijo alguien de la fila, detrás de Kedpin.

"¡Ja! ¡Ja!" Kedpin rió. "¿Un espía?" No había conflictos en su mundo natal, al menos no todavía. Pero Kedpin había escuchado historias difíciles de creer de otros vendedores de VaporTech que se habían visto envueltos en batallas. Todo eso sonaba terrible, y Kedpin no quería tomar parte de ello. "¡No, por supuesto que no!"

El hombre miró de regreso a su datapad. "¿Usted trabaja para VaporTech, verdad?"

"¡Si, señor! ¡Ciento dos años vendiendo vaporizadores! ¡Hágame una cortada y verá como en vez de sangre sale humedad procesada por VaporTech!" Kedpin rió ligeramente. "Es un pequeño chiste que yo hice."

"Ajá," dijo el oficial. "Bueno, parece que no tiene su chip de patrocinador."

"¿Mi qué?"

El hombre se acarició su tupida barba y suspiró, incluso más irritado que antes por alguna razón que Kedpin desconocía. "Venga conmigo, señor,"

Kedpin fue sacado de la fila y llevado a otra. Los seres de esa fila no parecían turistas. Eran diferentes. Parecían tener miedo. Miraron a Kedpin como deseando que no armara pleitos. Kedpin no sabía porqué lo habían puesto en esa fila, pero sabía que debía haber una buena razón. Canto Bight era un lugar con clase. Había reglas.

Escrito por Saladin Ahmed.
Traducido por Mario A. Escamilla.

Original de: Read an Exclusive Excerpt from STAR WARS: CANTO BIGHT



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